Tratar de olvidar no hará sino fijar el recuerdo de quien nos falta
Si hay un dolor que puede destrozarnos por dentro, sin duda, es el sufrimiento y la enfermedad de un ser querido pero, aún peor, es el dolor que nos aboca al mayor de los abismos: la pérdida de aquel que tanto amamos. Cuando la vida nos da este cruel revés, no hay justicia, ni derechos, ni lógicas, ni Dioses. De este golpe tan sólo quedaremos muñecos rotos en mil pedazos, tan sólo quedaremos “caídos”: madres, mujeres, hijos, amigos y padre mutilados injustamente. Yo hoy soy uno de estos caídos que tan sólo pueden llorar la ausencia de un ser querido y que, además lloro el llanto de aquellos que lloran, pues únicamente llorando podremos cruzar el fangoso y arduo camino del duelo.
¿Quién no ha caído alguna vez? ¿Quién no ha pensado que tras esta caída sería imposible salir adelante? ¿Quién no ha sentido que no podría recuperarse tras el golpe sufrido?¿Quién no ha sentido que le faltaban fuerzas para seguir? Cuando perdemos a quien amamos algo se rompe en nuestro interior, pero lo importante es lo que hacemos con los pedazos. Nadie nos ha enseñado a perder, nadie nos ha enseñado a expresar nuestros dolores y nuestros miedos en un momento en que éstos ocupan la despensa del alma, por lo que tratamos de digerirlos en soledad o esperamos, pasivamente, que alguien venga a socorrernos. Sin embargo, cuando se pierde a un ser amado, nuestros mejores aliados serán la valentía y la honestidad de expresar lo que realmente llevamos dentro, ya que, el sufrimiento de perder a quien queremos no va desapareciendo con el tiempo, tan sólo nos iremos acostumbrando a él si tenemos la capacidad de expresarlo.
Tratar de olvidar no hará sino fijar el recuerdo de quien nos falta; tratar de anestesiar nuestros dolores no hará sino infectar nuestras heridas; tratar de continuar nuestra vida como si nada hubiera ocurrido tan sólo nos hará estrellarnos con la cruda realidad cuando bajemos del escenario de la “normalidad”. No podemos olvidar que los caídos debemos ser responsables de nuestras heridas, tener conciencia de ellas, curarlas con toda la frecuencia que nos sea posible y tomarnos el tiempo necesario para atravesar el difícil camino del duelo. Saber aceptar cómo nos sentimos y expresar nuestro dolor será nuestro único bálsamo, pedir un hombro donde llorar será nuestra única oportunidad.
Tratar de olvidar no hará sino fijar el recuerdo de quién nos falta.
Durante este verano, sin duda, algunos disfrutarán mientras otros lloraremos con el mayor de los desconsuelos y lo más importante es tomar conciencia de esta realidad “tan humana” de que no todo los ojos lloran al mismo tiempo. Lo natural es que unos rían mientras otros, por desgracia puedan únicamente llorar para dar salida a sus demonios y fantasmas.
A quienes lloran quisiera recordarles que tendrán que ser ellos los que pidan ayuda porque el resto estará alegremente “cazando mariposas” con sus hijos o “volando una cometa” en soledad y no hay en ello ninguna maldad. Todos, sin duda, cuando podemos vamos mirando hacia delante o hacia el cielo y no lo hacemos por frivolidad. Todos queremos reír. Todos queremos estar con quieres estamos bien y no hay nada en ello que podamos reprochar. Por eso, quiero pedir a todos los que, como yo, hemos caído que no esperen pasivamente a que otros vengan a curar sus heridas, pues nosotros sabemos, mejor que nadie, dónde están ubicadas y reconocemos bien a aquellos que podrían aliviarlas. Somos nosotros los que tenemos que hacer un camino, para tratar de encontrar la paz y el sosiego que el duro golpe de la pérdida nos ha arrebatado, pues lo importante en la vida no es cómo nos encontramos sino cómo queremos estar.
Si hoy no podemos reír ni podemos ilusionarnos ni podemos soñar es lógico, pues la sombra del dolor ha eclipsado nuestro espíritu. Pero lo que realmente importa no es lo que podemos hacer sino lo que deseamos. Yo hoy deseo que los míos puedan reír, ilusionarse, soñar y volver a vivir conmigo… algún día. Y sé que el día en que uno de nosotros pueda hacerlo el resto lo tendremos mucho más fácil. Por ello, hoy brindo por todos los caídos, por lo que lloramos y por aquellos que siempre han querido vernos sonreír.
Tendrán que ser los que lloran los que pidan ayuda a los demás
Lourdes Relloso Campo Psicóloga Clínica
Instituto Bidane
Psicología, psicopedagogía y sexología
Laudio (Álava)- TLF. 946723625