Hace tiempo perdí una relación, alguien a quien quería mucho. Mi sufrimiento era grande pero aún mayor mi incomprensión. En mi ansia de entender qué ocurrió busqué un maestro que me lo explicara. Recorrí caminos serpenteantes y pedregosos, descubrí sitios abruptos y peligrosos y al final de todos ellos, lo encontré. En cuanto me vio, sin mediar palabra me preguntó:
- ¿Ofreciste suficientes abrazos, suficientes caricias, suficientes besos?
- No Maestro- le contesté-. A mí me enseñaron que eso no era amor, que el amor no había que demostrarlo.
- ¡Oh no! Entendiste mal. El amor no hay que demostrarlo porque nadie debe ponerlo bajo sospecha pero HAY QUE MOSTRARLO para que el otro lo sienta.
Esta fue mi primera lección: EL AMOR HAY QUE MOSTRARLO. Después el maestro me preguntó:
- ¿Compartisteis muchos momentos?
- Pues no, yo aprendí que para que una relación no se desgastara cada uno debía conservar su propio espacio.
- ¡Su propio espacio! No – contestó él- El amor es un fuego y, al igual que ocurre con él, si no se está atento y se alimenta según va necesitando, no tiene con qué arder.
Esta fue la segunda lección: PARA QUE EL AMOR PERDURE HAY QUE ALIMENTARLO Y PERMANECER JUNTO A ÉL.
- Y dime ¿teníais proyectos en común? – preguntó el maestro.
- No maestro, a mí me dijeron que cada cual tenía que tener su propio objetivo para no correr el riesgo de depender.
- ¿Depender? – Se extrañó el maestro- El amor es compartir el mismo camino y disfrutar de un buen compañero de viaje, no tiene que ver con dejarnos caer sobre él o que nos lleve colgando de un hilo. Debemos evitar “PENDER” de él aunque mutuamente el amor nos haga depender.
Esta fue mi tercera lección: COMPARTIR PROYECTOS NADA TIENE QUE VER CON NO CAMINAR POR NUESTRO PROPIO PIE.
- Y ¿con el amor sentisteis algún cambio? – preguntó él.
- No maestro- contesté con orgullo. Eso ya me lo enseñaron… amar es aceptar al otro tal como es y no cambiarlo, luego yo… EN NADA CAMBIÉ Y NADA CRITIQUÉ.
- ¡No cambiaste, ni criticaste!- se extrañó. Cambiar es crecer, madurar, evolucionar y criticar es dar la oportunidad de aprender al otro. El amor es un buen maestro que no deja de respetarnos cuando nos alecciona, sino al contrario, es precisamente porque nos respeta por lo que no puede vivir sin abrir nuestros ojos.
Esta fue la cuarta lección: EL AMOR ES UN MAESTRO CON EL QUE CADA UNO CAMBIA PORQUE… ¡APRENDE!
- Y por último – preguntó él- ¿Expresaste con palabras tu querer?
- No – le dije yo.
Y entonces… lo vi: el maestro LLORÓ.
- ¿Por qué lloras? – le pregunté.
- Por ti – me dijo él. Porque sólo hay algo que todos necesitamos decir antes de perder al ser querido, tan solo cinco palabras.
- ¿cinco? – conté mientras pensaba las palabras golpeando los dedos sobre mi pecho con fuerza – ¡Las dije! – contesté precipitadamente, pensando que, al menos aquello lo había hecho bien – Le dije estas cinco palabras: POR FAVOR NO ME DEJES – el maestro sonrió y me dijo:
- No, eso es lo que dice el niño que no entiende aún, que la pérdida, a veces, es inevitable. Lo que un adulto debe decir: TE QUIERO, TE QUIERO MUCHO.
Y esta fue mi última y más importante lección: DEBEMOS EXPRESAR CON PALABRAS LO QUE SENTIMOS, DECIRLO Y REPETIRLO ¡MIENTRAS TENGAMOS TIEMPO!
Cuento extraído del capítulo “IV: Sexo y amor: relación de dos” del libro “Amor o miedo” opera prima de la psicóloga y sexóloga Lourdes Relloso Campo.